martes, 6 de mayo de 2014

GRADO QUINTO; LEER Y COMENTAR EN EL CUADERNO.


La Gran Colombia 1820-1830
 


La obra de Bolívar y Santander
 


Tras la victoria de Boyacá, Bolívar entró triunfante a Santa Fe de Bogotá el 10 de agosto de 1819. Desde allí organizó la campa­ña que habría de conducir a la victoria definitiva de las armas republicanas y a la liberación del territorio de la actual Colom­bia. A finales del año, el Libertador se dirigió a la ciudad de Angostura, situada sobre las márgenes del río Orinoco, para proclamar la organización de la República de Colombia, compuesta de los territorios de Venezuela y la actual Colombia. El congreso allí reunido, eligió a Bolívar como Presidente y al neogranadino Francisco Antonio Zea como Vicepresidente. Los dos territorios integrantes de la Nueva República, recibieron el nombre de depar­tamentos y para gobernarlos se nombró al General Francisco de Paula Santander, de la Nueva Granada y al doctor Juan G. Rosio para Venezuela. Allí mismo se resolvió que un año más tarde, en la ciudad de Cúcuta, situada en territorio fronterizo, se reuni­ría un congreso general para organizar jurídica y políticamente la República de Colombia.
El 6 de mayo de 1821 se instaló en Cúcuta el Congreso Constitu­yente.
En él estaban representadas las provincias con sus mejores hom­bres. La Nueva República recibió su primera constitución, de corte liberal. Dividió el poder público en tres Ramas, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Estableció un Congreso Legislativo com­puesto de dos cámaras, cuyos miembros eran elegidos por votación popular. El sufragio universal, sin embargo, quedaba restringido. Sólo podían participar en la elección los ciudadanos que poseían cierto patrimonio, que supieran leer y que fueran libres. Es decir, la misma Constitución aceptaba la existencia de la escla­vitud. Había en la Nación unos 90.000 esclavos.
La misma Constitución estableció la libertad de prensa, la de circulación y actividad económica y el derecho de elegir y ser elegido para los cargos públicos con algunas restricciones que la misma carta establecía. El nuevo Estado tenía una organización acentuadamente centralista y otorgaba fuertes y amplios poderes al Presidente de la República. Para desempeñar por primera vez este cargo, fue elegido por unanimidad el Libertador Simón Bolívar. Como Vicepresidente fue elegido el General Francisco de Paula Santander. El mismo Congreso dictó numerosas leyes de orientación liberal. Ordenó la libertad de los partos de escla­vos, eliminó algunos impuestos coloniales, como el tributo de indígenas, la alcabala para los bienes muebles, las mesadas y anatas eclesiásticas y puso término al monopolio del aguardiente. También quedaron eliminados los bienes no enajenables y las obligaciones irredimibles. Se trató, pues, de garantizar la libre circulación de los bienes y la liberación del comercio.
Clausurado el Congreso Constituyente de Cúcuta, Bolívar marchó primero al sur para conducir la guerra de independencia al Ecua­dor y el Perú. En su ausencia ejerció el poder el General Santan­der. Durante los cuatro años que duró su gestión tuvo que reali­zar una intensa labor. Por ella se le llamó el organizador de la República. El país había quedado devastado por la guerra. La ganadería y la agricultura particularmente habían sufrido grandes pérdidas. La burocracia estaba desorganizada y durante meses no recibía salarios. El ejército y la marina estaba mal equipados y sin paga; el sistema educativo prácticamente no existía; el nuevo Estado carecía de experiencia en el manejo de su política exte­rior, los caminos se habían deteriorado hasta desaparecer en grandes porciones del territorio. A todo ello tuvieron que aten­der los nuevos gobernantes.
Los esfuerzos del Vicepresidente Santander se orientaron a satis­facer las demandas más urgentes en estos campos. La más urgente de todas era la fiscal. La Nación carecía de las rentas necesa­rias y el recaudo de las existentes era deficiente. La contribu­ción directa que había decretado el Congreso de Cúcuta para sustituir los impuestos españoles suprimidos, no produjo la vigésima parte de lo calculado, circunstancia que condujo al rápido restablecimiento de antiguas cargas fiscales. Fue necesa­rio restablecer el tributo de indígenas y la alcabala y recurrir a los empréstitos voluntarios. Los créditos obtenidos en Ingla­terra (1819 y 1824), contribuyeron en parte a solucionar la penuria fiscal, pero aún así, el tesoro público vivió en estado de déficit. Mientras tanto, la guerra en el sur del país y las necesidades de las tropas colombianas desplazadas al Ecuador y Perú demandaban gastos crecientes.
No obstante las dificultades económicas y estado de desorden social y político en que se hallaba sumida la República, la obra administrativa y cultural del General Santander fue considerable. Trató de reanimar el comercio fomentando la marina y dando faci­lidades para la inversión, de capitales extranjeros, especialmen­te ingleses. Creó las escuelas públicas de primeras letras que introdujeron el método lancasteriano. Organizó colegios de ense­ñanza media en varias ciudades del país y estableció universida­des en Bogotá, Medellín y Cartagena. Se trajeron, misiones, científicas del exterior, especialmente de Francia, que iniciaron la enseñanza de la medicina, las matemáticas y las ciencias naturales. Nuevos textos para la enseñanza del derecho y la filosofía hicieron irrupción en las aulas, no siempre con resul­tados muy positivos como el caso del Benthamismo cuyas doctrinas despertaron pupas intelectuales que sirvieron de base a la oposición política que se desató contra el Vicepresidente Santan­der a quien se atribuía el patrocinio de las nuevas tendencias.

Disolución de la Gran Colombia y dictadura de Bolívar


 
Al finalizar el año de 1826, Bolívar, que había sido reelegido Presidente para un nuevo período, junto con Santander como Vice­presidente, regresó a Santa Fe después de tres años de ausencia, en que había contribuido decisivamente a la independencia del Perú, fundado la República de Bolivia e incorporado el Ecuador a la Gran Colombia. En los dos años siguientes se produjeron los acontecimientos políticos que dieron como resultado a la disolu­ción de Colombia y la formación de los nuevos países: Nueva Granada, Venezuela y Ecuador. La unión de los tres estados no había sido nunca sólida y durante los años de la guerra se mantu­vo gracias al prestigio y la voluntad del Libertador. Las econo­mías, las estructuras sociales y los antecedentes históricos de las tres naciones eran muy diferentes. La Nueva Granada, centro del antiguo Virreinato, poseía una economía minera, con elementos manufactureros de alguna consideración. La población, casi igual a la mitad de la Gran Colombia, era mestiza casi en su totalidad, pues el elemento indígena puro era relativamente poco (alrededor de 130.000 indígenas, en un total aproximado de 1.000.000) y lo mismo ocurría con los esclavos. Además, tenía un numeroso grupo de núcleos urbanos donde se había desarrollado una incipiente clase dirigente capaz de exigir participación política y burocrática en la conducción del Estado. En Venezuela en cambio, una fuerte economía agrícola de plantaciones, trabajada con numerosa mano de obra esclava producía géneros para la exportación, espe­cialmente cacao. El Ecuador, con mayoritaria población indígena y economía artesanal y agrícola, tenía sus intereses vinculados al comercio que se hacía por el Puerto de Guayaquil. Las comunica­ciones entre las tres regiones fueron difíciles durante la colo­nia, de manera, que a pesar de la vecindad geográfica, las tres regiones se desarrollaban aisladamente. Estos factores diferen­ciales crearon un fuerte sentimiento regional que a la postre se convertiría en conciencia nacional. A todo ello, se agregó la tendencia disgregadora que favorecía los intereses de caudillos y gamonales; locales. Completaron el proceso, acontecimientos circunstanciales, como el llamado del Congreso al General Páez para responder de cargos que se le hacían por supuestos abusos de autoridad en Venezuela, hecho que produjo una pugnaz reacción separatista en ese sector de la República.
Al regresar Bolívar a Santa Fe encontró allí una fuerte resisten­cia en los medios políticos que se agrupaban alrededor del Gene­ral Santander. La confianza que deparaba el Libertador a sus más cercanos colaboradores militares, casi todos venezolanos e ingle­ses, y los frecuentes excesos de éstos, agregaron un motivo más a las divergencias existentes entre el Libertador y los miembros del Congreso. Se pensó entonces en una reforma Constitucional y al efecto, el Congreso convocó a una nueva Asamblea Constituyen­te. Reunida ésta en la ciudad de Ocaña, el 9 de abril de 1827, se produjo el inevitable enfrentamiento entre bolivarianos y santan­deristas. Tres meses después la convención se clausuró sin resul­tados.
En medio de presagios de levantamientos en varias provincias, de dificultades fiscales e internacionales, especialmente en el Perú, Bolívar asumió poderes dictatoriales el 28 de agosto de 1828. Eliminó el cargo de Vicepresidente, desempeñado por San­tander; dictó decretos económicos de emergencia restituyendo impuestos abolidos y modificando la tarifa aduanera en un sentido proteccionista; eliminó de la educación la enseñanza de Bentham y disolvió las organizaciones masónicas con el ánimo de apaciguar a la beligerante oposición de los medios católicos. En esta atmós­fera de tensión, en la noche del 25 de septiembre del mismo año, se produjo el atentado contra su vida. Los conjurados, un grupo de intelectuales granadinos entre los que se contaban el poeta Luis Vargas Tejada, Florentino González, Mariano Ospina y Wences­lao Zulabair, acompañados del militar venezolano Pedro Carujo, del francés Agustín Horment y del curioso aventurero portugués doctor Arganil, penetraron en el palacio de San Carlos, dieron muerte a soldados de la guardia y al edecán personal de Bolívar. Este, semidesnudo, protegido por miembros de la servidumbre y por su favorita Manuelita Sáenz, tuvo que permanecer varias horas escondido bajo un puente del Río San Francisco. De allí salió para incorporarse a los cuarteles donde las tropas lo aclamaron.
Como epílogo de la conspiración septembrina fueron pasados por las armas catorce conjurados, entre ellos el Almirante José Prudencio Padilla, héroe naval de la guerra de emancipación. Santander, a quien se atribuyó la autoría intelectual del atenta­do, también fue condenado a muerte, pero se le conmutó la pena por el destierro. En calidad de exiliado se fue a Europa, de donde regresó para asumir la Presidencia de la Nueva Granada en 1833, una vez consumada la disolución de la Gran Colombia.
Los años que transcurren entre el atentado contra la vida del Libertador y la desmembración definitiva de Colombia fueron años de inquietud e inestabilidad. Bolívar, enfermo y desilusionado, tuvo que hacer frente a rebeliones de Córdoba en Antioquia, Obando y López en el Cauca y a las crecientes tendencias separa­tistas de Venezuela, exasperadas por los proyectos de monarquía que se consideraban en Santa Fe. El 30 de abril de 1830, el General José Antonio Páez convocaba un Congreso Constituyente para Venezuela y a fines del mismo año, se produjo la separación del Ecuador. Bolívar presentó entonces su última y definitiva renuncia de la Presidencia. Rumbo a Europa salió para Cartagena, de donde se dirigió a Santa Marta. El 17 de diciembre de 1830 murió en la hacienda de San Pedro Alejandrino, de propiedad de su amigo, el español Joaquín de Mier. Tenía 47 años de edad.

La vida social y las costumbres


 
A pesar de la destrucción y la pobreza dejadas por la guerra, el país empezaba a sentir un nuevo ritmo de vida. Los niveles de riqueza de la clase alta, eran apenas medianos si se los compara con los de México y Lima, pero el contacto con el mundo exterior se hacía más activo y las costumbres se transformaban. Los viajeros y diplomáticos que llegaban por primera vez a Bogotá, observaban que dentro de la tradicional sobriedad de los consu­mos, el gusto por el bienestar y aun el lujo de tipo europeo se introducía en las casas de los bogotanos acomodados. El viajero Francés Mollien, en su libro Viaje por la República de Colombia, observa que ya se usan tapetes europeos que remplazaban las antiguas esteras de fabricación rústica pero agrega, que los mobiliarios son todavía modestos. Raras veces se ven en las salas más de dos sofás que acompañaba a unas cuantas sillas de cuero de estilo anticuado. Salvo ligeras diferencias, agrega, todas las casas se parecen y no hay nada que permita distinguir cuál es la del Presidente, a no ser por la guardia que custodia la entrada.
La ciudad tendría entonces unos 20.000 habitantes. Los mendigos abundaban en las calles y el aseo era tan deficiente como en las ciudades de la Edad Media. Las aguas negras iban por el centro de las calles y sólo los sábados se hacía la limpieza de las inmun­dicias. Un virrey, recuerda Mollien, decía que en Bogotá sólo había cuatro agentes encargados de la limpieza de la ciudad: los gallinazos, la lluvia, los burros y los cerdos. En contraste con sus deficiencias materiales, la ciudad poseía un ambiente de cultura que pusieron en evidencia los observadores extranjeros. La Nueva Granada presentaba entonces otros núcleos urbanos acti­vos, comercial y culturalmente. En la parte oriental, las ciuda­des de la provincia del Socorro, se distinguían por sus manufac­turas textiles. En todas las casas y en todas las chozas se hila, se tiñe y se teje, observa Mollien. No hay gran riqueza pero tampoco pobreza extrema. En las provincias del sur, Popayán era el centro de mayor importancia, a pesar de la destrucción que la guerra había causado en ese sector del país. Como centro del comercio con Quito y como región productora de oro, disfrutaba de un considerable grado de bonanza para las clases altas. Todavía hasta mediados del siglo, algunas grandes familias caucanas podían conservar su estilo señorial de vida. El coronel Hamilton, diplomático y viajero inglés que la visitó en 1823, encontró en la ciudad edificios superiores a los de Bogotá y en su diario de viaje recuerda, que en la casa de una de las haciendas de Julio Arboleda, encontró lujos que sólo gastaban las familias más ricas de Europa. Sin embargo, la aristocracia payanesa sufrió conside­rables pérdidas patrimoniales durante la guerra de independencia. Mollien, que elogia la buena fábrica de sus casas de ladrillo y de su arquitectura religiosa, encontró que las zonas aledañas a la plaza principal estaban en ruinas y observa que la ciudad ha entrado en decadencia. La excesiva sobriedad del pueblo, dice, sus trajes, su aspecto, todo indica que la guerra la ha arruinado por completo, aunque todavía hay allí cuatro familias que tienen un capital de cuatrocientos mil piastras.
El mismo viajero pone de presente la decadencia de Cartagena. La ciudad, que contaría 18.000 habitantes en 1823, presentaba un aspecto triste y de inactividad comercial. Una mesa, media docena de sillas de madera, un catre, una jarra y dos candeleros, cons­tituyen de ordinario el ajuar de sus grandes caserones. Los sitios que sufrió Cartagena, agrega, han arruinado a la mayor parte de las familias.
Por etapas históricas:
  1. Época precolombina
    1. Poblamiento
    2. Período formativo
  2. Época hispánica
    1. La Conquista
    2. Formación de la Colonia
    3. La Presidencia del Nuevo Reino de Granada
    4. El Virreinato de la Nueva Granada
  3. Época de la independencia
    1. Gritos independentistas (1809-1812)
    2. La Patria Boba (1810-1816)
    3. La Reconquista (1815-1819)
    4. La Independencia (1817-1824)
  4. La República del siglo XIX
    1. La Nueva Granada dentro de la Gran Colombia (1819-1832)
    2. La República Neogranadina (1830-1863)
    3. Los Estados Unidos de Colombia (1861-1886)
    4. La Regeneración (1885-1902)
  5. Siglo XX en Colombia
    1. Despertar del Siglo XX (1899-1910)
    2. La Hegemonía Conservadora (1910-1930)
    3. La República Liberal (1930-1946)
    4. El medio siglo (1946-1958)
    5. El Frente Nacional (1958-1974)
    6. Historia post-Frente Nacional (1974-2002)
  6. Siglo XXI en Colombia